lunes, 7 de marzo de 2011

Cristina Kirchner se "olvidó" del pasado de su Canciller



Timerman fue columnista de Ámbito Financiero en tiempos de Carlos Menem, de la revista Noticias (1999-2004), de editorial Perfil, dirigida por su criticado Jorge Fontevecchia. Fue candidato a diputado por el ARI de Elisa Carrió en 2001 y comentarista en el programa de Mariano Grondona en TV. Luego, fundó la revista Debate.
El joven Timerman, se hizo cargo de la dirección del diario vespertino La Tarde, respondiendo a una directiva de su padre, el legendario Jacobo Timerman, por entonces director de La Opinión.
Jacob
o tenía experiencia, habia apoyado el golpe de estado de Ongania en 1966.
La Tarde publicó su primer número el 16 de marzo de 1976, apenas ocho días antes del golpe de Estado que derrocó a la presidente María Estela Martínez, viuda de Perón.
Aquel 24 de marzo, La Tarde estampó su primera plana con un título, en tipografía catástrofe, un tanto desbordado de parcialidad política. "Prestó juramento la Junta Militar para reorganizar la Nación", decía, sumando una foto de los Comandantes al contundente mensaje. (El día anterior se había apelado, abiertamente, a la destitución presidencial: “Se afirma que asumiría el poder un gobierno militar”).
El enorme titular no sorprendió mucho a los lectores, ya que el viernes 19 de marzo la portada informaba: “Terrorismo: 41 muertos en una semana”. Y un poco más abajo de la gruesa tipografía, podía leerse: “Las Fuerzas Armadas intensifican su acción urbana, preventiva del avance terrorista”.
Aquellas primeras planas de La Tarde estaban diseñadas con un concepto visual netamente propagandístico, en el que la combinación de enormes títulos, fotos y breves copetes permitían una lectura rápida y unívoca. (Los que saben, dicen que su estilo estaba copiado del diario sensacionalista alemán Bild Zeitung). Colgadas de los kioscos, eran casi como afiches.
Un buen ejemplo es la edición del 22 de marzo de 1976. La nota central está titulada “Terrorismo: sigue la escalada de crímenes”; y otra, un poco más abajo, lleva un título de fácil vinculación con el primero: “Fuerzas Armadas: analizan el desenlace de la crisis”. En la parte inferior izquierda, una fotografía muestra a un grupo de guerrilleros luego de tomar las instalaciones del Holiday Inn de Beirut y, apenas un poco más arriba, se informa sobre la muerte del sindicalista de la FOTIA, Atilio Santillán (asesinado por el ERP).
Tampoco faltaron las difamaciones a dirigentes del peronismo depuesto. Entre ellas, a Juan Manuel Abal Medina, acusado de dirigir una “célula terrorista”, y al teniente coronel retirado Adolfo Phillipeaux —sobreviviente del levantamiento del general Juan José Valle en 1956—, a quien se señalaba fugándose a Chile con armas y dinero.
A la familia Timerman no le fue para nada bien en su aventura golpista (que no era la primera). La muerte del socio de Jacobo, David Graiver, el 7 de agosto de aquel 1976, destapó la conexión del financista con Montoneros.
A partir de entonces, la insaciable codicia de los jefes de la represión construyó una leyenda respecto al dinero de los Born, cobrado como rescate por la organización, cuyo control suponían en manos de un intangible “Grupo Graiver”, al que pertenecerían los Timerman.
Las hostilidades fueron creciendo junto con el enfrentamiento entre el ejército y la marina. Primero, cerró La Tarde, en el mismo agosto en que murió Graiver. Luego fue secuestrado Jacobo Timerman (recién fue liberado en 1980 y se trasladó a Estados Unidos) y, finalmente, fue confiscado La Opinión.
L
a dura realidad condujo a Héctor Timerman a una activa militancia por la defensa de los derechos humanos, en los Estados Unidos donde se exilió en 1979.
Defender intereses propios o darle respetabilidad a la dictadura son acusaciones que, en este caso se ajustan demasiado fácilmente al propio acusador. Bastaría considerarlo, para que el embajador Timerman pueda recuperar, una vez más, la sensatez perdida.

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