Alcira Argumedo y la memoria de los intelectuales K |
El triunfo en las elecciones del 23 de octubre ha desatado un cúmulo de interpretaciones que hablan de una etapa superadora del peronismo. Estaríamos presenciando un corte histórico en las tradiciones nacional-populares de la Argentina, cuya dimensión marca el inicio de un período diferente: si bien parte de la matriz del peronismo, lleva consigo la transformación hegemónica de la subjetividad y la cultura (Ernesto Laclau) Otros mencionan una reforma intelectual y moral iniciada en 2003 (Horacio González) en el sentido de Antonio Gramsci; del surgimiento de un mito capaz de convocar multitudes en la figura de Néstor Kirchner (Aliverti) -a quien Sergio Schoklender y Guillermo Moreno proclamaron el desaparecido 30.0001- como mentor de este acontecimiento histórico. Lo cual reafirma una vez más la vocación refundacional del oficialismo: las historias recién comienzan cuando ellos llegan. El kirchnerismo impulsa una batalla cultural caracterizada por las versiones -el relato- acerca del accionar político de los protagonistas y del carácter de la fuerza que encabeza Cristina Kirchner. Pero estos apologistas estarían afectados en sus memorias, en tanto olvidan mencionar aspectos relevantes de los sucesos ocurridos en fechas no tan lejanas. Horacio Verbitsky es otro de sus entusiastas voceros y llama la atención la capacidad de ocultamiento y distorsión de las historias exhibida en los últimos tiempos. Su artículo “Comparaciones odiosas” (Página12, 30/10/2011) es un ejemplo.
Si nos remitimos a Jauretche, estamos en presencia de una peculiar política de la historia; la peculiaridad reside en que no se trata de una reinterpretación de los hechos históricos como fundamento y base de legitimidad de las políticas del presente, sino de una manipulación de las trayectorias y de las posiciones asumidas por los actores principales de este momento supuestamente refundacional. En realidad, el gran corte histórico sufrido por el peronismo fue el surgimiento del pejotismo, resultante de la degradación del gobierno de Isabel Perón y del genocidio de la dictadura militar: un símbolo es el asesinato de Julio Troxler que, junto a la muerte, la cárcel o el exilio interior y exterior de miles de cuadros militantes en la Resistencia, permitieron el fortalecimiento de los aparatos más retrógrados del PJ y el movimiento sindical. La vocación de estos aparatos es obtener y conservar poder -en general como fuente de enriquecimientos personales o de grupo- sin importar las orientaciones doctrinarias que los unifican en pos de la disputa por el poder. Baste comprobar el entusiasmo con el que se vertebraron alrededor del proyecto neoliberal de Carlos Menem a comienzos de los noventa, que asimismo fuera considerado refundacional: eran las épocas del fin de la historia, del único camino y la globalización, de los posmodernos o posmarxistas. En 1992, el gobernador Néstor Kirchner y su esposa recibían a quien había decretado el indulto a las Juntas Militares: “Aquí está el pueblo de Santa Cruz acompañando este proceso de cambio que la Argentina necesita”. En 1995, la reelección con el 50% de los votos fue acompañada por todos con desbordante emoción, aunque a poco de andar se produjeran rupturas. Ocho años después, las mismas personas con nombres y apellidos, propugnan otro proyecto refundacional: el inicio de una etapa superadora que sería el espejo invertido del anterior, aunque lo integre el propio Carlos Menem recién absuelto; ese inocente corderito de Dios. A pesar del tiempo transcurrido, la impecable medida de reformar la Corte Suprema no será continuada por la reforma de un Poder Judicial prostituido; la opción fue manejar a los jueces mediante las presiones ejercidas desde el Consejo de la Magistratura.
Fuente: infosur
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