viernes, 22 de julio de 2011

De la vitalidad de Proyecto Sur



Fernando Solanas en la noche del 10 de julio

Ni el inmenso peso de las maquinarias propagandísticas oficiales, ni la sucesión de errores propios (que dan para todo un documento autocrítico), pudieron hacer que Pino Solanas y Proyecto Sur dejen de ser una amenaza para el régimen político dominante en la Argentina luego de las últimas elecciones en la Ciudad. El acierto de dar el combate principal en la Capital Federal, a pesar de la compresible disconformidad de una buena parte de la dirigencia y la militancia del resto del país, queda demostrado a la luz de los resultados electorales.

En la medida que pasan los días y los análisis ganan en profundidad y perspectiva, se hacen más nítidos el tremendo fracaso del FPV y la consolidación de Proyecto Sur como fuerza política alternativa. Ya casi nadie duda de la aspiradora de votos opositores al kirchnerismo en la que se convirtió el PRO, aceptando la insustancialidad ideológica y la transversalidad social que anida en prácticamente la mitad de sus electores (mal que les pese a Fito -que querrá seguir haciendo megaconciertos oficialistas-, el Aníbal y la caterva de sofistas que desfilan por 6-7-8); como tampoco, del crecimiento “muscular” con el que Proyecto Sur afrontó y sorteó una polarización despiadada a partir de la nacionalización de la contienda. Si no, a fijarse con qué número salieron del trance la Coalición Cívica y otras listas o candidatos con buenos antecedentes electorales.

También hay que reconocer que la fenomenal bronca de los K ofrece matices. Están los que chillan porque se les escapó el control de los recursos municipales, los que aprovechan la desventura a la caza de un mejor posicionamiento interno, y los que participan del coro de artistas y comentaristas adulones, cuyo “meditado” lloriqueo contra las capacidades electivas de los porteños no solamente entra en la categoría de la discriminación sino que también es una muestra más de las canalladas e hipocresías a las que nos tienen muy acostumbrados (sería interesante que, ahora, todos los que criticaron la extrapolada frase de Pino sobre la “calidad del voto” en Salta se pararan del mismo modo frente al revanchismo venenoso que destilan por todos los poros los “intelectuales orgánicos” del kirchnerismo).

Pero también están los estrategas en la sombra que, como en el 2007, prefirieron inflar a Macri. En ésta como aquella oportunidad, su apuesta era a que si no son ellos mejor que sea el PRO, para seguir empaquetándonos con el supuesto contrapunto entre la centroderecha y la centroizquierda dentro del esquema de pizarrón que les armó Laclau. Una vez muerto Néstor y revitalizada la figura de Cristina, se lo aplicó con todo en la Capital y si las cosas no salían bien, como finalmente sucedió, queda armado el escenario para la etapa post octubre. Con la presidenta reelecta, como todo parece indicarlo, al que prefieren como principal referente de la oposición es obviamente a Macri. Si no, imaginemos por un instante la incomodidad que sobrevendría al gobierno nacional si Pino hubiera entrado en la segunda vuelta y se hubiera impuesto en ella.

A pesar de todo, ninguno de los dos oficialismos puede dejar de mirar de reojo a Proyecto Sur; porque su intención de barrerlo del escenario político capitalino quedó trunca, y con el 13% de los votos -masivamente propios- está mucho más que en pie. De ahí la última ofensiva que, por su parte y por enésima vez, desata el kirchnerismo sobre las márgenes de la fuerza política que conduce Pino Solanas. Ahora se trata de votarlo a Filmus como mal menor en la segunda vuelta y de incentivar la idea de que Proyecto Sur perdió estrepitosamente en la primera para meterlo en una situación de criticismo interno sin fin. Maniobras como éstas las hemos visto -y sufrido- desde el conflicto del campo y ni qué hablar a partir del segundo semestre del 2009 (una vez que tomaron nota de la peligrosidad de Solanas con motivo del batacazo del 28 de junio).


A qué responde sino el renovado intento de cuestionar el neto perfil opositor de Pino a lo largo de estos años, su encomiable tarea en el Parlamento de sumar voluntades externas al interbloque de Proyecto Sur para darle más volumen a iniciativas legislativas propias y, en definitiva, a invertir su gran capital político en una estrategia de unidad que articule al eje nacional-popular, con segmentos de la izquierda y la socialdemocracia. Política que, aunque parcialmente fallida por la mezquindad del FAP, ha sentado las premisas para la constitución del único bloque contrahegemónico que objetivamente se puede viabilizar conforme las circunstancias históricas que atraviesan nuestro país y la región.

Pero las operaciones K no son las únicas que buscan horadar la roca dura del pinismo, también comienzan a sonar desde adentro los cantos de sirena del basismo, con la excusa del cuestionamiento al personalismo y el culto a la horizontalidad. Refugio habitual, cuando no hipócrita, de un no compromiso estricto con la construcción de poder real, que siempre cuenta como primer enemigo al conservadurismo del calor del hogar, donde mantener en equilibrio los pocos integrantes de la familia que caben en él. A Dios gracias que Proyecto Sur haya dejado de ser testimonial y tenga la posibilidad concreta de incidir fuertemente en la política nacional, fundamentalmente a partir de la trascendencia de Pino Solanas de cara a la opinión pública. Las conducciones estratégicas como ésta tienen ese potencial y valen muy por encima de sus eventuales errores tácticos, como los que pudo haber cometido en la reciente campaña.

De todos modos, ninguna de las “operetas” y contradicciones revistadas van a prosperar en Proyecto Sur. Primero, porque el liderazgo que expresa Pino, reafirmado por casi 230 mil votos en la Ciudad, se mantiene más firme y vigoroso que nunca. Basta con haberlo visto y escuchado el mismo domingo de las elecciones por la noche, como a lo largo de toda esa semana, para comprender que está totalmente dispuesto a enfrentar con creces los desafíos que tenemos por delante. Segundo, porque existe la suficiente militancia en el Movimiento -formada y organizada- para ir dando la carnadura necesaria a una propuesta programática que aspira a convertirse en una alternativa en serio al régimen político dominante. Y tercero, porque los que nos votaron, mucho más comprometidos que en la ocasión anterior, hacen a una base social que de ninguna manera desea que nos confundamos ni nos mezclemos con cualquiera de las variantes gubernamentales, y mucho menos que perdamos el pulso en el plano de la representación político-institucional a mano de distracciones ideologizadas.

En tal sentido, no podemos entretenernos en una disputa ya perimida (la segunda vuelta ya fue) ni malgastar el esfuerzo militante en otra cosa que no sea -en lo inmediato- hacer que la fórmula Argumedo-Cardelli pase con holgura el umbral que impone el corralito electoral K. Qué más puede pretender el kirchnerismo que compremos su batalla perdida y no lleguemos a cumplir nuestro objetivo el próximo 14 de agosto. Así como hemos dado una prueba cabal de la vitalidad y la proyección de nuestra fuerza el 10 de julio, vayamos por este nuevo reto con la convicción de que podemos superarlo ampliamente y jalonar así un nuevo hito en la construcción del proceso de cambio que -sin ningún lugar a dudas- tendrá a Proyecto Sur como protagonista.
Como dijo el Gral. San Martín luego de Cancha Rayada: “La Patria existe y triunfará”.-


*Politólogo y docente de la Facultad de Ciencias Sociales de la U.B.A., fue 7° candidato a legislador por Proyecto Sur en las últimas elecciones de la C.A.B.A.

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